DE VEZ EN CUANDO LA VIDA…

Ya estamos en casa.
Fuimos, meditamos y volvimos. Cada una de nosotras, a su forma, hizo su propia revisión, enterró muertos porque no da esconderlos bajo la alfombra y afrontó fantasmas.
Es como un juego de cartas: un solitario a carta abierta donde el jugador se abstrae de si, de amigos, de enemigos, de toda subjetividad y analiza yerros y aciertos. Los propios. Pide perdón, perdona y se perdona.
En este juego no existen excusas: existen resultados.
No se hacen promesas. Se trata de hacer.
Hecho esto, a conciencia se entiende, se está en posición de volver a barajar cartas (gracias Flor por la frase).

La vida al igual que la historia es reiterativa. Avanza y a la vez gira sobre los mismos temas pero en diversos planos. Con lo cual nos obliga a vivir situaciones similares. Es nuestra elección no cometer los mismos errores, aunque nadie está exento de hacerlo en nombre del amor, del odio o la estupidez.

Somos imperfectos.
Somos perfectibles.
Somos humanos.

Somos resultantes.

Somos nuestras elecciones.