Diario de Una Pepina

                                                Historias de una señora que estuvo casada con un reverendo nabo.

jueves, junio 28, 2007



PHYSIQUE DU RÔLE


...y como no los pude convencer que YO era una buena persona,
reafirmé lo que ELLOS creían de mí:
sí, el papel de hija de puta me sienta.
Ahora gozo de SU pleno respeto.



Moraleja: si no puedes con ellos, únete a ellos.


viernes, junio 15, 2007



Perdió todos los destornilladores y en su reemplazo usa un cuchillo.

Nunca fue gasista, pero cuando llega el invierno los calefactores vuelven a prender.

La puerta del cuartito superior perdió todos los tornillos y por ende la cerradura también. Una noche ventosa en que la puerta se abria y cerraba por la fuerza del viento haciendo un bochinche insoportable, se levantó con bravura, cazó un piolin y ató la manija a un clavo. Solución de mierda obvio, pero efectiva.

Antes le pasaba convertidor a todo, pero desde que descubrió el desfofatizante anda con el tarrito y la pinceleta para todos lados.

Nunca fue plomero, pero el flotante de la mochila esta calibrado.

No ve una chota pero, lupa mediante, arma y desarma los enchufes.

Descubrió en que parte de la cañería de la bajada del tanque estaba la pérdida de agua.

Cuando es sube a la camioneta le dice al fletero:
-Maestro, Usted maneja y yo pago. Ya sabe quien manda acá.

Y cuando vuelve después de un día de reparto con frío, calor, o lluvia, con corridas, descargas accidentadas, el eterno boludeo de ciertos clientes, se tira en el sillón y hablando sola dice:
-Cómo entiendo a los hombres ahora…



Feliz Día del Padre Mamá



Je je las fiestas son para todos.

PD: el post lo puse yo Pepinita, pero me quedo agarrada la identidad del hombre de la casa... (ya ven quien es la q pasa mas tiempo frente al monitor jiji)

martes, junio 12, 2007



UNA VUELTA DE TUERCA

Maru, no voy a seguir las reglas del juego: elegí, en vez de decir 8 cosas, contar algo que para mí vale por las 8.

Hubo una vez en que mi ex marido, el Nabo, me trató como un príncipe enamorado a su princesa. Fue un período corto, quizás unos 8 o 9 meses, en el cual viví un matrimonio de ensueño.

Hacia inicios del ’97, estando de vacaciones, tuvieron que operarme de urgencia y a las veinticuatro horas intervenirme nuevamente. No voy a entrar en detalles, basta con decir que recibí la extremaunción entre ambas cirugías.
Tuve el mejor cirujano, el mejor equipo, una suite y rosas rojas todos y cada uno de los días de internación.
Al estar tan delicada de salud Ismael, mi ex, me dedicó una temporada sabática. Remodeló toda casa, la amuebló a estrenar de cabo a rabo, gastó en cortinas, alfombras y electrodomésticos nuevos. Nada era suficiente para sus Pepinas (ahora saben de donde viene el apodo).

El día que me dieron el alta, salí del segundo piso de la clínica vestida como una lady, asistida por dos enfermeras y al llegar a la acera…. ohhh!!!
Un auto alemán, color bordó, con la puerta abierta permitía, desde adentro, desde esos impresionantes parlantes, llegar la voz de Luis Miguel cantando Contigo En La Distancia para mis oídos. Les juro que en la vereda me aplaudieron, y más de una envidió mi suerte.

¿Qué puede sentir una mujer ante esto?

Es el día de hoy, a pesar de todo lo que después pasó, sigo escuchando la canción, como en este momento, y me digo que sí, valió la pena. No más sea esos 8 meses justificaron 18 años de matrimonio. No más sea por un recuerdo donde todavía me refugio. Con una sonrisa.



Años después, ya separada, supe por boca de mi cuñada mayor, que Ismael esperaba el resultado de las biopsias mientras se justificaba ante su amante diciendo que me cuidaba porque esperaba el desenlace…


Pero eso es harina de otro costal.

viernes, junio 08, 2007



HE GAVE ME A DIRTY NIGHT


Hace unas semanas di por terminada una relación de cinco años. Era algo tipo cama y problemas afuera, no compartimos heladeras ni lavarropas.
Los sábados iba a su departamento y volvía el domingo a la tardecita. Pero por más que uno trate de no caer en la palangana de la convivencia y los caminos conocidos, de alguna extraña forma nos estrellamos con la rutina.

Lo anterior es un contexto en el cual poder presentar la anécdota: en mi vida tengo anécdotas que considero bizarras. Entre ellas la que sigue.

Tres meses atrás me invitó a una cena romántica. Con lo cual Una Pepina ese sábado por la tarde hizo un rally de peluquería, manicura, compró lingerie y se vistió tipo casual no tan casual. La camisa de raso color marfil, el perfume, la luz de las velas y algún líquido burbujeante de noble cosecha iban a completar el resto.

Llegamos al lugar, nos llevaron a nuestra mesa y con una copa de jerez en la mano me dediqué a leer tranquila la carta. Obvio ya sabía lo que no iba a pedir porque con el estómago lleno no da para continuar los festejos. Una dama es siempre una dama y donde esté huele a perfume y mujer. Jamás a faso, birra o provenzal. Tampoco se le distiende el estómago. Y si va al toilette, es para retocar el rouge. Esa es mi política en estos terrenos.

Pero el hombre, operado de divertículos y conocedor de las consecuencias de ello, eligio comerse la vida, la rubia y toda la carta en una sola noche. Se atiborró de aderezos varios y pan con fibra. Mezcló mayonesa, lomo a la pimienta y conejo a la cazadora. Los regó con blanco. De noble origen pero mal destino: fue al baño cuatro veces. Se cagó, se garcó, tuvo que volver y negó rotundamente que se le habían aflojado las tripas cuando ya todos los contertulios del lugar se habían apiolado que el tipo había recreado el Día D en el cubículo.

Pálido y sudoroso hacia los postres y pese a la tan negada diarrea me preguntó donde quería tomar el café. Como era una noche preciosa elegí Persicco de Juramento: eran las dos de la madrugada, daba para sentarse afuera, histeriquear un rato y dejar que la cosa siguiera su curso. Hasta aquí Una Pepina tenía en claro que lo único que iba a seguir era la cagadera. La pauta me la dio cuando en vez de un café pidió para él un tecito con limón mientras yo le pasaba la lengua a un cucurucho de sambayón y mouse de limón.

Llegamos a su casa. Si todo indicaba que en el ascensor viviríamos el preludio de una noche hot… así fue. Llegar a un décimo piso cuando ya tenés el elastiquito baqueteado y glup glup en las tripas puede transformarse en un infierno de mierda. Literalmente, claro.

¿Cómo terminó todo? El baño tuvo un ocupa a intervalos regulares, la rubia se sacó la ropa, se metió en la cama y durmió como un bebé toda la noche.
Antes de apagar la luz le grité desde el lecho que si quería un tecito o una Buscapina me los pidiera: siempre fui buena samaritana y respeté las decisiones ajenas: él, entre los “co”, eligió comer.